PARTE DEL INGENIERO DON FEDERICO
STUVEN.
A bordo del vapor “Copiapó”, al ancla
en Pisagua, Enero 3 de 1880.
Tengo el honor de poner
en conocimiento de Ud. las observaciones resaltadas de las diversas comisiones
que tuvo a bien confiarme en la expedición que, bajo su mando, zarpó de Pisagua
el 29 de Diciembre próximo pasado.
El 31 del mismo mes, a
las 3 A .
M., me hallaba con los mecánicos y pontoneros de mi dependencia en las embarcaciones
menores, y al aclarar del mismo día desembarqué en la parte Sur del puerto
Pacocha, avanzando en el acto sobre la estación del ferrocarril y oficina
telegráfica, que fueron ocupadas pocos momentos después. Ordené que
inmediatamente los mecánicos alistasen dos locomotoras para hacer el
reconocimiento de la línea, mientras yo examinaba la maestranza y demás
elementos de movilidad que allí hubieran. Hallé un taller mecánico completo,
una oficina telegráfica, dos locomotoras en buen estado, dos en compostura,
una inservible y lleno el estanque de agua que domina la estación, el que se
alimenta con la que viene de Ilo por medio de una cañería.
A las 10:30 A. M. estaban
ya listos los dos trenes, que no pudieron salir hasta la 1:30 por
inconvenientes insuperables en ese momento. A la hora indicada, marché, conduciendo
el primer batallón del regimiento Lautaro y dos piezas de artillería con
dirección a Moquegua, yendo yo en la máquina del primer tren, no sin tomar las
precauciones que la seguridad de la tropa exigía.
A dieciocho millas de Ilo
se encuentra la estación de los Estanques, donde hallé un depósito de agua
traída por las locomotoras desde aquel puerto. El camino tiene una gradiente
media de 3.75 por ciento. Distante diecisiete millas de los Estanques, con la
misma gradiente, encontré la estación del Hospicio, con su respectivo depósito
de agua traída de Moquegua, donde hice cortar el telégrafo de Arica. Desde
Hospicio la inclinación de la línea disminuye, alternándose con partes a nivel,
bajadas, etc., hasta llegar a la estación de Conde, a trece millas de distancia,
ya en el valle de Moquegua.
Salí de Conde, pasando
por las estaciones de San José, a cuatro millas, y de Calaluma a diez millas,
hasta llegar al puente del ferrocarril, a diecisiete millas de Conde, que es la
entrada del pueblo por el valle. Este puente es de fierro, colgante, sistema
americano, con un claro de cien pies y sólidamente construido. Dista tres
millas del término del ferrocarril o Alto de la Villa, a cuya estación llegué a
las 8:30 P. M. En este punto, cuyos edificios son completos y cómodos, hallé
dos locomotoras, de las que extraje las piezas principales para inutilizarlas.
Cumpliendo con las
órdenes de Ud., hice colocar la artillería en la planicie que domina al
pueblo, y marqué al capitán don Ignacio Díaz Gana, el punto donde debía situar
su tropa. En este estado se pasé la noche, hasta que a las 7 A . M. marché a tomar la plaza
principal por la calle del Comercio, en compañía siempre del capitán Díaz Gana
con su tropa, de los pontoneros y dos soldados del regimiento de Granaderos a caballo.
A las 9 A . M. regresé a la estación
para alistar los trenes de vuelta y concluir el desarme de las locomotoras que
allí encontré. A las 2 P. M. bajé con los trenes al puente para embarcar la
división, no sin poner en los carros rieles, durmientes, gatas, clavos, etc.,
para el caso de un descarrilamiento ocasionado por los habitantes del valle.
A media milla de la
estación San José se desrieló el primer tren en una curva, donde faltaban tres
rieles; después de 4 horas de trabajo conseguí enrielar el convoy y continuar
la marcha. En la estación de Conde, en que las máquinas toman agua, hallé el
estanque seco y sin bomba, por lo que tuve que servirme de baldes. Supe entonces,
por un chino, que las piezas que faltaban estaban en las casas de una hacienda,
al lado opuesto del valle, adonde me dirigí con un piquete, hallando en una
bodega lo que buscaba. Armada la bomba y alimentado el estanque, tuve
conocimiento de que un poco más adelante, a cuatro millas, estaba también
cortada la línea, por lo que mandé gente a caballo delante del tren.
Unidos nuevamente los
rieles, seguí mi marcha sin otra novedad hasta las 9 A . M., hora en que llegué a
Ilo, donde hice desarmar inmediatamente las dos locomotoras que me habían
acompañado hasta Moquegua, sacándoles las válvulas repartidoras, bielas,
riendas, manómetros, etc., inutilizándolas, por consiguiente, para servir.
Esas piezas, como también las sacadas a las locomotoras de Alto de la Villa,
están a bordo conmigo.
Al terminar, debo
comunicar a Ud. que en el desempeño de la comisión que se me confió he sido
eficazmente ayudado por algunos soldados del regimiento Lautaro, los pontoneros
que iban bajo mis órdenes, algunos soldados de Granaderos y algunos mecánicos
del ferrocarril de Ilo, a quienes obligué por la fuerza, ya que de grado no
querían servir.
Dios guarde a Ud.
Federico Stuven
Ingeniero de la Armada y Ejército
Federico Stuven
Ingeniero de la Armada y Ejército
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